Soy Álex Rubio,y esta es mi historia.

De grabadoras y máquinas de escribir

Toda mi vida profesional ha estado ligada al mundo de la comunicación, el marketing y la publicidad. Pero a esa etapa del camino llegué después de otras casi dos décadas cogiendo experiencia sin más motivo que el de explorar. La tecnología, la de los años 80 y más tarde los 90, aparecía en mi casa con frecuencia y en fases tempranas, así que fui un niño que creció rodeado de cacharros vanguardistas; y periódicos, que nunca faltaban en casa los fines de semana.

Mis padres me regalaron una grabadora, de las de cinta pequeña, con 5 años, y con ella empecé a hacer pequeños intentos de programas de radio en casa; recuerdo como si fuera ayer cómo retransmitía y grababa los partidos de fútbol con mis manos en la alfombra.

Soy de aquellos que empezaron a juntar letras con máquina de escribir, con la que daba forma, sentado en la misma alfombra, a relatos de misterio. Con 10 años me estrené con un par de artículos en “El Clip”, la primera revista de mi colegio, hecha todavía a medio camino entre fotocopiadoras y ordenadores de diskettes; y poco después en la revista de mi grupo scout, que también me servía para ir dejando atrás la timidez de escribir para el escrutinio de otros.

Entre Tres Forques y la Fuensanta (mi zona de València) empezó todo, rodeado de una Game Boy, Megadrive, cámaras réflex, proyectores, buscas, un Amstrad verde, un PC del 93, un portátil de 4 kgs, un móvil-ladrillo de antena espacial y toda la tecnología china que acababa llegando a casa desde Neypo, la empresa de importación de productos electrónicos donde mi padre era gerente.

Todo eso hizo que desde los 13 o 14 años tuviera realmente claro que quería ser periodista. Y luché por ello… pero no gané a la primera. Viajando en un autobús por una carretera perdida de Irlanda, en una beca de inglés de mi verano de los 17 años, una llamada de mi amiga Bea giró mi rumbo: no nos habían cogido en Periodismo y en mi caso me esperaban cinco años de trenes diarios entre Valencia y Castellón para estudiar la licenciatura de Publicidad y Relaciones Públicas, mi tercera opción. Tendría que mirar a la comunicación desde otro punto de vista, el persuasivo.

Explorando los ángulos de la comunicación

Aunque mis resultados académicos, notables pero no sobresalientes, no dieron de sí para estudiar la carrera de Periodismo, nunca abandoné la ilusión de convertirme en periodista. En tercer curso de la licenciatura en Publicidad encontré la forma de resarcirme, cómo no en la asignatura de Periodismo; me las ingenié para hacer una entrevista a Javier Fesser, que por aquel entonces acababa de dirigir la película de ‘Mortadelo y Filemón’, personajes con los que yo había crecido a través de sus comics. Y cosas del destino, la profesora era la directora del periódico de la Universitat Jaume I, VOX UJI, y consiguió publicarla en un periódico de cabecera de Castellón; unos meses después, ya estaba trabajando con ella gracias a una beca.

A la vez iba haciendo algún experimento en radio en la recién creada emisora universitaria, mientras por las tardes, noches y fines de semana comenzaba a tirar fotos (en sentido casi literal) con una Yashica, mi réflex de carrete de segunda mano, y a revelarlas en blanco y negro en el cuarto oscuro que monté en casa. En la antigua habitación de la enciclopedia.

Fueron años de exploración pura de la Comunicación en mayúsculas desde diferentes ángulos, pasiones que no me han abandonado nunca y que fueron tejiendo lo que soy más allá de lo profesional.

Meses más tarde, en 2004, mientras aún seguía con mis estudios universitarios, pude dar el salto profesional a Heraldo de Castellón, periódico del grupo Heraldo de Aragón, donde ejercí como redactor de apoyo en varias secciones: Sucesos, Local, Sociedad, Medio Ambiente y Economía. Mi sueño ya estaba ahí.

En 2005 me llegó la oportunidad de subirme a otro reto mayúsculo: formar parte del equipo fundacional de la delegación de Las Provincias en Castellón (grupo Vocento), una experiencia que me curtió día y noche: me convertí en responsable de las secciones de Diputación y Sucesos/Tribunales, y colaboré en otros campos como Política Municipal, Medio Ambiente o Deportes, dentro de una oportunidad única de participar desde cero de un proyecto comunicacional de envergadura.

La experiencia periodística la viví con tal intensidad que una tarde de verano, desde el balcón de la sede del periódico, sentí que había cubierto la página que debía rellenar con ella en mi historia y, extenuado, de repente me vi listo para empezar otro capítulo. Y en esas estaba cuando una llamada de mi amigo Raúl me invitó a fundar una agencia de publicidad con mi grupo de compañeros; habíamos acabado la carrera tres meses antes.

Tenía 23 años cuando creamos Círculo Rojo Publicidad y Comunicación. En ella comencé mis pasos como Planner y durante siete años fui también Administrador/Gerente. La agencia me permitió entender, desde el marketing y la publicidad de carne y hueso, las verdaderas implicaciones de los procesos y ritmos publicitarios dentro de la estructura de PYMES, grandes empresas e instituciones públicas, incluso con otras agencias, con las que trabajamos codo con codo, a nivel local, nacional e internacional. Lo que comenzó siendo una agencia de publicidad integral, pero alejada del mundo digital (pues en la carrera no llegamos a estudiar nada relacionado con él más allá de cómo hacer banners en Flash), acabó por virar en 2008 a una agencia de publicidad especializada en el incipiente online, cuando detectamos que aquel campo algo ‘freaky’ tenía pinta de ir en serio. En mi caso, fue el momento en que acoplé a mi mochila de planificación estratégica otra llena de experiencias por descubrir: la estrategia digital para un mundo en constante ebullición. Y así hasta hoy.

Entre medias y entre todo, en 2010 nos lanzamos a crear el evento Adictos Social Media, en el que junto a Isra García y dentro de la estructura de Círculo Rojo fui co-organizador y ponente permanente. Un evento con el que recorrimos, dialogando sobre el 2.0 y el cambio de relación entre usuarios y marcas, ciudades como Madrid, Sevilla, Málaga, Valencia, Alicante, Valladolid, Bilbao o Murcia, y que cerramos en 2013 en Barcelona tras 13 ediciones que también se hicieron muy populares en América latina. La despedida definitiva la haríamos años después en La Nucía (Alicante).

Fue entonces cuando comencé a impartir conferencias, seminarios y clases, tratando de proporcionar mi visión sobre los cambios tecnológicos y digitales y su efecto en el ámbito del consumo desde el prisma de la estrategia publicitaria. Arranqué como educador en el Máster Universitario de Aplicaciones Multimedia para Internet de la Universidad Politécnica de Valencia (España) en 2009, a la vez que comenzaba a impartir workshops digitales en Cámara de Comercio de Valencia, donde ahora soy miembro del Claustro de Docentes en su Escuela de Negocios Lluís Vives. La vista atrás me recuerda que he pasado por más de una centena de escuelas de negocio, universidades, eventos y empresas para hablar del cambio en el consumidor y en la sociedad y, lo más importante aún, de cómo abordarlo para conectar de nuevo con él desde las agencias, empresas, instituciones y marcas.

De agencias (erróneamente) integrales al ámbito digital

Re-evolución en busca de la innovación

En 2013 sentí un revoltijo en el estómago, un empujón desde lo desconocido, la llamada a un salto al vacío. Una invitación interior e inesperada a evolucionar. Dejé mi ciudad, mi agencia, mi vida anterior… y empecé a construirlo todo de cero. Y corrí hasta romper las barreras de mi infinito particular. Y empecé a ver arte en mis tortillas.Y a vaciar la tinta de mis ideas, mientras el bote se iba rellenando una y otra vez, primero en mi blog, luego en prensa o medios de comunicación (y más tarde en algunos libros). Viajé como nunca. Conocí y reconocí un mundo plagado de personas con alma. Reflexioné sobre todo y nada, hasta dejar de encontrar respuestas y darme de bruces con más preguntas; lo interpreté como la señal de que iba por el camino correcto. Así, hasta encontrarme de nuevo a mí mismo en medio de la carretera. Y entonces la vida me regaló a una acompañante que trae magia y crecimiento a cada uno de mis días, y con ella me casé en Las Vegas. Un mes después de eso, desde la meta de la Maratón de Berlín, mi cuarta en un año (Amsterdam, Valencia y Barcelona fueron las primeras, y tras la alemana llegaron Budapest y Lisboa), cruzamos el charco rumbo a Costa Rica, Colombia, Venezuela y Panamá, en la que fue mi primera gran gira de conferencias; fueron tres meses de experiencias, sensaciones, amigos y aprendizajes para siempre.

A mediados de 2014 arranqué mi siguiente reto personal y empresarial: junto a Staša Mrkonjić fundé Twelfhundred en Londres, donde vivimos dos intensos años. La agencia, orientada a conectar marcas a través de la publicidad y el marketing en un escenario cambiante, comenzó a crecer allá arriba y también en España, Latinoamérica y Estados Unidos, sin perder la esencia de la cercanía, el trabajo con cariño y la curiosidad permanente como irrenunciable razón de ser. En 2016 decidimos migrar nuestra sede de vida y trabajo a Benicàssim (Castellón – España), y es, desde aquí, desde donde tengo la suerte de dirigir un gran equipo de profesionales inquietos.

Buscando siempre un mañana más inspirador

Después de 37 años, no tengo muy claro si la vida me ha tratado mejor o peor, bien o mal, pues como todos he tenido mis momentos de lucidez, episodios de suerte, pruebas inesperadas, barreras para saltar y algunos pasajes de dolor. Pero siento que lo importante es que siempre he sido capaz de encontrar la energía, inspiración y compañía necesarias (y también de traerlas al mundo para hacerlo aún mejor) con las que no dejar de reinventarme, de buscar otras formas de vivir, otras formas de pensar. Es lo que trato de transmitir a mis clientes, a mis alumnos, a mi familia, a mi hijo: uno no es un cúmulo de sus circunstancias, sino lo que hace con ellas para buscar otro mañana con nuevos caminos que recorrer.

En mi historia, no puedo evitar recordar con cariño mis primeras experiencias profesionales y cómo ellas me embarcaron profesionalmente en esa mirada de #replanning permanente. Cuando estudiaba en el instituto fui profesor de repaso de alumnos de secundaria, y antes de cada sesión me tocaba estudiar, indagar y reflexionar de nuevo para poder enseñar; algo que sigo haciendo ahora cuando imparto una conferencia o una clase. Con 19 años, mientras estudiaba en la universidad, trabajé en McDonald’s para pagarme el carnet de conducir, y cada día cocinaba cientos de McPollo y McNuggets a destajo dentro de un proceso totalmente establecido y cerrado, donde la creatividad no tenía lugar; lo dejé a los tres meses, después de sacarme el carnet y descubrir que la estrategia no me llenaba si no tenía algo de inspiración, y eso intento ser también como planner.

Siempre intuí que esto iba de ser resiliente, curioso y no parar de aprender una y otra vez. Y eso es lo que soy, más allá de los méritos o fracasos. Y cuando se me olvida, trato de recordármelo.