Ya ha comenzado por fin el verano, ese periodo en el que  la mente pinta raudamente a muchos un lienzo con palmeras, arena caliente, agua cristalina y un libro en la mano como sueño y presagio lúdico. Verano, desconexión. Es con lo que hemos crecido, con la idea perenne de que es el periodo en el que parar, porque todo para, y porque tú no vas a ser menos o el bobo que ‘pringa’ mientras otros disfrutan de su mojito. La historia se repite una y otra vez: quienes tienen trabajo se cuadran largos periodos libres, y quienes no lo tienen entienden que ahora es el momento de dejar de buscar porque no hay nadie dispuesto a responder a su desencanto. Todo sigue igual, o eso nos invita a creer el subconsciente. Y como en tantas otras cosas, no nos damos cuenta de que el tiempo pasa y de que todo cambia, especialmente en esta época en la que el dinero ya ha llegado a las manos de quienes, ahora con decisión propia, antes no llegaban al mínimo de edad como para desequilibrar la balanza.

Poco a poco nos deberemos ir acostumbrando a un mundo de otras normas, también en las vacaciones y en el concepto de uso y disfrute de este verano que hoy llega. Y todo ello por el impacto de las nuevas formas de consumo en el ámbito productivo, movidas por un canal digital que ha cambiado las reglas del juego y que apuesta más bien por un mundo que no para o que, tal vez incluso, que para más pero también más brevemente. Unas normas que no estaría de más que comenzáramos a aplicarnos individualmente con algo de sentido proactivo, pensando en que las pausas prolongadas tal vez no sean ya las mejores amigas de la producción y el rendimiento; y así, entre otras cosas, poder equilibrarnos con otros vecinos a los que miramos desde nuestra parte del globo con algo de extrañeza, donde las vacaciones se disfrutan a pequeñas dosis, para desconectar lo justo que permita recargar energías para conectar de nuevo al máximo.

Pero lo cierto es que la dirección a la que apunta este camino digital y tecnológico en el que las nuevas formas de comunicación se han mezclado también con nuevas facetas del ámbito del consumo, no es otro que el de un mundo que no se detiene en ningún momento ni en ninguna faceta. Incluso en el ámbito educativo amenaza con crear brechas entre quienes se mueven en la rigidez de programas y calendarios escolares clásicos y quienes aprovechan la ventana de oportunidad de los nuevos bioritmos sociales (como el StandOUT que hoy comienza, y donde actuaré como docente el próximo lunes). Deberemos trabajar en la idea próxima de que un incremento en el consumo en el medio online, una de las tendencias que a nivel más internacional más crecen en los últimos años en cifras que pronto serán una broma en comparación con lo que se apunta, pondrá muchos frenos en esta concepción clásica de verano. Porque en esta época de calor el consumidor de un e-commerce -que acabaremos siendo todos- seguirá demandando un servicio rápido, cómodo para el usuario y beneficioso para su bolsillo. Y ese canal, que primero probaron las pequeñas y medianas empresas, algunas de ellas con orientación puramente hacia el comercio electrónico, y en el que ya se han lanzado las grandes multinacionales, es un negocio de crecimiento exponencial que necesita de mano de obra que no esté pensando solo en hacer las maletas cuando el termómetro sube sus pulsaciones.

También la propia comunicación se ha transformado para muchos (ya lo hizo para el usuario, y las marcas van llegando como pueden o quieren saber), pero para las nuevas generaciones el diálogo digital -e incluso predisposición al conflicto para potenciar su propia imagen personal- con marcas en tiempo real no es algo que les venga de nuevas, sino que han crecido con ello, en las cuatro estaciones del año y en cualquier momento del día. De nada servirá pensar aquella protección subconsciente tan socorrida por nuestra mente de «si yo no lo hago, no existe», imaginando que nuestra forma de ser es la común y masiva, en un mundo que también apunta a separar, como un filtro, a quienes creen en las nuevas tecnologías y sus cambios de comportamiento y aquellos que se quedan estancados en una concepción de la vida cómoda, la que no cambia.

Pero los pies no se detienen si lo que gira, cada vez más rápido, es el suelo. Hoy todo muta, y también lo debemos hacer nosotros. Porque, queramos o no, pronto el verano simplemente será esa época del año en la que se vive y trabaja con algo más de calor (o frío, según se mire).