Creemos generalmente que la diferencia está en la tecnología, y más bien es la tecnología la que marca la diferencia. La brecha generacional entre las generaciones nacidas antes y después de los años 80 va mucho más allá del acceso a ordenadores, redes, dispositivos y una Internet presente en cada centímetro de nuestra vida y en cómo unos son capaces de controlarla de forma natural, casi innata, y otros sufren al amparo de una permanente comparativa entre su pasado analógico y un presente y futuro digital.

Va más allá, y es por ello el ámbito publicitario se antoja cada vez más necesario profundizar en razonamientos e investigaciones psicológicas, para ser capaces de vislumbrar con claridad al target nativo digital al que nos dirigimos puntualmente, pero que serán los consumidores de un futuro del que corremos el riesgo de quedar descolgados por falta de enfoque. Tendemos a pensar que son una ligera modificación de nosotros mismos, un perfil de audiencia que se comunica en el ámbito digital, quedándonos a menudo en la superficie del enfoque de medios y canales con los que llegaremos a contactarlos. Pero esa ruptura generacional está más ligada a lo que la tecnología ha hecho con ellos y en cómo ha creado un perfil de ciudadano-consumidor con otras ideas e ideales en la cabeza, conscientes e inconscientes, otros tipos de comportamiento y acción y, por tanto, otros impulsos diferentes hacia el consumo. Es curioso visualizar cómo ese avance tecnológico, el causante de la creación y consolidación de estas nuevas generaciones, ha sido conducido por inmigrantes digitales, con menor capacidad de adaptación a ellos. Y cómo, por ello, las esferas básicas sobre las que se sustenta la sociedad están cambiando al hilo de esta revolución tecnológica, adecuándose a este cambio que viene por debajo y que más pronto que tarde controlará también la esfera económica: el trabajo, la familia, las relaciones, la religión o el matrimonio, son items que están sufriendo cambios y rupturas a la velocidad probablemente más rápida de su/nuestra historia.

Hace unos días, preparando una investigación sobre las diferencias psicológicas entre nativos e inmigrantes digitales, leía una interesante reflexión del profesor y PhD Jeff DeGraff en Psichology Today – Digital Natives v. Digital Immigrants en torno precisamente a las dificultades de conexión entre estas generaciones y los problemas de comunicación que surgen entre ellos debido a esta barrera tecnológica. Tendemos a visualizarlo como un problema, y lo es, sobre cómo hemos topado con un momento histórico de inestabilidad y complicación añadida a las relaciones entre marcas y sus clientes (actuales y potenciales); un problema que sin duda debe mantenernos alerta desde el ámbito de la planificación estratégica, donde debemos poner luz a esas cualidades del nativo digital para resultar coherentes y relevantes a él. Pero DeGraff da una perspectiva a la vez ilusionante, al definir, tras estudiar esos diferencias de comportamiento y razonamiento, qué pueden hacer los unos por los otros. Porque, en efecto, ese impacto tecnológico ha urdido un tipo de personalidad común, unas ideas comunes, en los nativos digitales, y a la vez ha tramado una serie de cambios en los inmigrantes, que nos han alineado hacia extremos opuestos, pero que son perfectamente compatibles y combinables. DeGraff define estas lecciones que unos y otros podemos darnos así:

  • ¿Qué pueden enseñar los nativos digitales a los inmigrantes digitales?:
    • A colaborar sin fronteras, y con una mayor variedad de personas.
    • A dar espacio y relevancia a los valores en la vida.
    • A construir soluciones horizontales.
  • ¿Qué pueden enseñar los inmigrantes digitales a los nativos digitales?
    • A lograr objetivos de forma más rápida.
    • A utilizar recursos enfocados a construir soluciones escalables.
    • A revitalizar o reutilizar instituciones existentes.

Detrás de esta serie de plausibles lecciones mutuas subyace una serie de elementos comunes propios a cada generación, que marcan la forma de ver el mundo, de actuar en él y de moverse hacia el futuro de cada uno de ellos. Todo ello, en un hoy que sigue dominado por inmigrantes digitales, pero en el que nos tendremos que ir haciendo a la idea de un mañana en el que los nativos digitales se incorporarán a esferas de poder y decisión más allá de los casos excepcionales de la actualidad. No está de más que empecemos a mirar hacia un medio plazo (que los últimos tiempos nos han enseñado que cada vez tardará menos en llegar), y en cómo podemos combinarnos para dar con un modelo de sociedad apto para todos. Y en el que las marcas y empresas, cómo no, puedan seguir la estela del cambio que está por llegar.