Llega un momento en la vida en que cada año nuevo te sabe a última bala. En que cada 1 de enero ya no te deja el olor a nuevo de un lienzo en blanco, sino un revoltijo de sensaciones en el estómago que marean, asustan, dan vértigo y nos tensan. Porque ya no te invita a mirar hacia adelante, sino hacia atrás. Esos últimos 12 instantes traen, uno por uno, imágenes a la mente de las cosas de las que nos arrepentimos, aquello que no hicimos, lo que desgastamos, o lo que escondimos en un cajón, al son de unas campanas que nos saben a último toque de bandera; más allá de las cosas que sí lograste, lo que aprendiste o lo que superaste. Es ese momento en que te das cuenta de que la vida pasa, que ya no eres aquel/la joven que veía en el 31 de diciembre la oportunidad de alargar la noche para amanecer en un nuevo mundo, entero, con la pintura de los sueños intacta para dibujar realidades en 365 días más. Ahora esos sueños se te siguen apareciendo, pero en mitad de la noche y sacudiendo tu espíritu cuales fantasmas.
Desde hace unos años, con cada fecha que tachas de diciembre ves una cuenta atrás de un listado de cosas que no cumplirás. Una más. Y ya van unas cuantas. Tu ‘yo’ de hace una década, o dos, o tres, te recuerda a medida que avanza el último mes del año que estás lejos de ser quien querías ser, en quien planeabas convertirte, aquel que inspiró tus propios sueños y batallas. Eres un fracaso, te dices. No lo conseguiste, te echas en cara. Otro año más en que pusiste el freno por si acaso te pasabas, y con ello de nuevo no llegaste ni siquiera a estar cerca de tu propia ilusión. Y ahí viene el 31, el 1, y luego el 2… y vuelta a empezar.
Llega, inevitable, ese momento en que cada año nuevo es, sin más, una gran putada; llega ese sentimiento y ya no se va, porque ya sabes que estás cada vez más cerca de que esa cuenta atrás se te lleve por delante sin darte otra alternativa, para siempre; de ser un simple recuerdo en la memoria de quienes quieres, y de quienes no quieres pero te gustaría que te amaran, cómo no. Y de nuevo, toca correr para llegar a aproximarnos a quien algún día quisimos parecernos, a estar más cerca de esa imagen idílica en la que conseguíamos retos, escribíamos libros, plantábamos bosques de éxitos y la gente nos admiraba en masa. Te has convertido en un especialista en martirizarte, porque la batalla inconsciente entre tu propia realidad y tu ilusión proyectada te atenaza, peleando constantemente por llevarte de una emoción a otra. Y el culmen es el examen final del año, con uvas que saben amargas.
2016 puede ser otra gran putada: márcate las mismas metas, no las cumplas, y ódiate a ti mismo hasta que la rabia te impida disfrutar del camino. Este año tienes incluso un día más para seguir procastinando y poniéndote trampas, bienvenido año bisiesto. También puede ser para ti el año en que cambies la perspectiva de mirar al calendario vacío. El año en que ya no te dé vértigo. El año en que comiences a entender por qué no hiciste lo que querías (o creías querer) hacer, el año en que entiendas que tu camino ahora es el que recorres cada día, el que te lleva a una felicidad distinta a la que querías, pero que seguramente es mejor que la que hubieras conseguido por la ruta original. Puede ser este el año en que cojas esa lista de sueños eternos que marcaste cuando eras un iluso y rompas uno a uno los que ya no sirven, los que se hicieron sobre una base equivocada: más sobre quién creías ser que sobre quien eras y quien serías, y comprendas quién eres ahora, y qué puedes hacer ahora para seguir soñando. Porque de eso debería ir cada año nuevo: de entender qué queremos para nosotros hoy, no qué queríamos o qué querían otros para nosotros en un pasado que es un simple espejismo que no va a volver. Un año de metas con días ilusionantes por delante, no de cuentas atrás que nos preocupen más que ocuparnos.
2016 debe ser el año en que te reconozcas quién eres ahora. Alguien que no lo ha hecho tan mal, que ha tenido sus momentos brillantes, seguramente diferentes a los que imaginabas, pero igualmente positivos, sobre los que aprendiste y creciste. Cada año ya no eres más joven, sino más maduro, más preparado para asumir retos más complejos. Los que tienen que ver con el trabajo, con la vida, con los que te importan, con los pequeños detalles, y siempre con la felicidad como eje. Porque ya no estás dispuesto a renunciar a ella a toda costa. Y eso que te llevas, seguramente mejor que el túnel temporal en el que esperaba meterte tu ‘yo’ del pasado para que crecieras. Ya no lo necesitas, ya estás aquí, llegaste. Un año por delante para definirte de nuevo, y en base a ello proyectar nuevos retos pequeños que te lleven a otros más grandes. Un año de animarte, de estar junto a ti mismo, de ser tu mejor amigo y no el enemigo que espera darte la estocada cuando fallas. De transformarte por fin en ese ‘yo’ con el que pasar el 100% del tiempo sin cansarte, que debería inspirarte, empujarte, hacerte vibrar más que nadie para llegar a ser ese en quien quieres convertirte hoy, con mil cicatrices, pero que se levanta cada día para lograrlo.
De tanto que viviste contigo mismo, tal vez diste otra forma a tus sueños hasta convertirlos en barreras. Te construiste escalones para llegar a un pedestal que tal vez ya no es donde quieras llegar, pero mientras tanto caminaste sin parar hasta llegar a donde estás, subiendo otros escalones que te encumbraron en otras metas no buscadas. Un sitio del que puedes saltar, con una base firme y sólida para que este 2016 sea para ti, por fin, el año en que el calendario ya no te da otra oportunidad; porque, sin memoria y sin resentimiento sobre ti mismo, ya no tienes tachones en la libreta, sino un prisma nuevo con el que ver que cada nuevo año es una ventana que se abre con aire limpio cada mañana. El año de soñar de nuevo desde cero. El año de verlo todo hacia delante. Una vez comienzas a mirarlo así, todo fluye y te lleva a una realidad apasionante, que deja en una broma aquello en lo que quisiste convertirte.
Álex Rubio
Director y Chief Strategy Officer de la agencia digital Twelfhundred. Profesor en Universitat Jaume I. Conferenciante internacional y TEDx Speaker, desde 2007 ha impartido conferencias y docencia en más de 500 eventos en universidades, escuelas de negocio, empresas y en numerosas conferencias internacionales en España, Reino Unido, Costa Rica, Venezuela o Colombia, dentro del campo del marketing digital y estrategia publicitaria. También es co-fundador y conferenciante de Adictos Social Media -uno de los eventos pioneros en habla hispana sobre marketing digital-, Brand Associate en la plataforma MapMakers, Ambassador en Hootsuite y Creative Ambassador de Clandestina HUB Creativo Costa Rica. Investiga la influencia de la tecnología en las personas y su impacto en marketing, materia sobre la que escribe en diversos medios de comunicación.
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Actuar hoy pensando en mañana:un blog para inspirarte a evolucionar de forma constante en tu estrategia
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