Estás a 100 metros de la línea de salida. Miras a tu lado y ves a un hombre tenso, solo, mirando al suelo, tocando el dorsal pegado a su pecho, encogiéndose del frío. Un francés pregunta a otro si es su primera maratón. Es la segunda. La mía es la primera. Es una experiencia única, entiendes que dice. Sonríe. Piensas que también es tu primera maratón. Tiemblas, sonríes, te abrazas, estás solo. Miras adelante y ves la línea de salida. Es también la línea de meta. Te imaginas cruzando en unas horas por el mismo arco. Detienes el pensamiento. Hace frío, hace viento, llueve, la gente se tapa con plásticos, se frota las piernas, se arruga el alma, dan saltos, estiran a unos metros, se protegen, te proteges, te quedas en medio de todos, en medio de nada, respiras, respiras fuerte, te frotas las piernas, te arrugas el alma, piensas en la meta de dentro de unas horas. Detienes el pensamiento. Estás rodeado de gente, estás solo, hoy corres solo, hoy corres más que nunca, nunca has corrido tanto, no vas a poder hacerlo, miras esas caras, miras esos dorsales, ellos pueden más que tú, están más preparados, están preparados, tú no lo estás, no podrás acabar, hace frío. Hace mucho frío. Te frotas las piernas, saltas, ‘faltan dos minutos’, dice la megafonía en holandés. Eso crees, has entendido un número. Salta. Hace frío. Salta otra vez. No vas a poder, qué haces aquí. Queda un minuto. La gente deja de estirar, te rodean, hay mucha gente, ellos pueden más que tú. 10 segundos, el alcalde habla. Disparo al aire, ves que salen disparados, ellos están preparados. Avanzas lento hacia el arco, aún tardas unos minutos en cruzar despacio la salida. Es el arco de salida, es el arco de meta. Detienes el pensamiento. Lo detienes. Estás en Amsterdam. Lo detienes. Estás en Holanda. Avanzas. Sales del estadio, hace frío, hace viento. Te duele el tendón de Aquiles. Te duele el cuádríceps. Te duele todo, atrás, adelante, te duele. No has estirado lo suficiente, sabes que no es cierto, pero no has estirado lo suficiente, no deberías tener frío pero tiemblas. Piensas en la meta, en llegar, en las horas, piensas que es posible, ellos están preparados, pero tú puedes, estás en Holanda, ¿qué haces aquí? Tú puedes. Has llegado hasta aquí. No sería un éxito quedarse en el camino, no, no lo sería, tienes que llegar, tienes que hacerlo, vas a hacerlo, tienes que superarte. Kilómetro uno. Respiras, piensas, vas bien, estás bien, soportas el frío, te miras las piernas, andan, corres. Te pasan. Ellos están preparados. Ellos no saben lo que hacen. Tú sabes lo que haces. Mismo ritmo, aguanta, te pasan, aguanta, ¡no saben lo que hacen!, alcanzas a uno, le miras y te mira y sientes que piensa lo mismo, no saben lo que hacen. Avanzas unos metros, le dejas atrás, no quieres dejarle atrás, sientes que le fallas, casi le dices lo siento. Kilómetro dos, no sabes qué tiempo llevas. ‘Don’t stop me now’ te viene a los oídos. Estás en Amsterdam. Te quedan menos de 40 kilómetros, cuando queden menos de 30 podrás hacerlo, cuando queden menos de 20 no habrá vuelta atrás, cuando queden menos de 10 será imposible que nada te pare, cuando queden menos de 5 sólo podrás sonreír, pensarás en la meta sin detener el pensamiento, cuando pases por el kilómetro 40 estarás solo, serás libre de ti mismo, sonreirás, llorarás, correrás, querrás volar hasta el final, habrá un niño en el público al que mires a los ojos, llegarás, cruzarás el arco, mirarás al suelo, apretarás el puño, tocarás el dorsal, mirarás al cielo. Queda mucho. Queda un mundo. Estás solo, rodeado de gente, ellos no corren por ti, corren por ellos, corre, avanza. Pasas el parque y te sientes bien, te pasan, te duele, crees que puedes. No me pares ahora, no me puedes parar. Hay señales que dicen que llevas más kilómetros, son de la media maratón, ¡no!, ¡espera!, son de la maratón, es el kilómetro 40, pasarás por aquí de nuevo en unas horas, entonces sonreirás, es entonces cuando sonreirás, ahora tienes frío y te arropas entre mucha gente para no sentirte solo. Das una vuelta, el circuito se retuerce. Te cruzas de frente con gente que va muy rápido. Te sacan minutos. Miras atrás. Hay mucha gente atrás, el camino hacia atrás es infinito, hay mucha gente, rusos, franceses, ingleses, noruegos, italianos, oíste a dos españoles, viniste con ellos en el metro a unos metros, iban con sus mujeres e hijos, tú ibas con un belga y unos ingleses. Pasas a dos personas andando rápido, es raro, parecen preparados, llevan una camiseta que pone Roberto, ninguno es él, corren por alguien, pero están andando. Kilómetro 10, te dan agua, te dan bebida, te dan vasos, intentas beber pero te chorrea el líquido por la barba, paras nervioso, bebes, sigues, comes plátano, coges una esponja y la escurres y te la llevas al pelo sudado, al cuello, a la cara, la escurres y ves tu sudor caer hasta el suelo y perderse en el asfalto mojado, y piensas que hace frío pero que llevas una cuarta parte y avanzas aún por el mismo kilómetro 10, dice ‘Churchill·laan’ en la placa. Hiciste lo mismo en el kilómetro 5, bebiste, te mojaste, ya estabas mojado, usaste la esponja, miraste tu sudor en el suelo, seguías mojado, no has aprendido. Kilómetro 12. Un corredor se para de repente, se arrodilla, una mujer en el público le sonríe a sus pies mientras le coge una mano, se han parado, es bonito, ‘se van a casar’ te dices, sonríes, qué haces aquí, es por esto por lo que has venido, ha merecido la pena, sientes envidia, es bonito, te quieres parar pero sigues, sigues sonriendo, la gente aplaude y chilla, corre por amor, le da igual correr, haría cualquier otra cosa. Te pasa una mujer japonesa, pelo blanco, tez imponente, es bajita, es casi anciana, ella sabe lo que hace, te invade una sensación del más profundo respeto, la miras, avanzas, la sigues, llegas al avituallamiento, llevas 15 kilómetros, has pasado de un cuarto a un tercio, te quedan dos tercios, en nada te quedará un medio, dentro de poco te quedará menos de la mitad y entonces nada podrá pararte y llegarás al final porque sabes que una vez llegues al kilómetro 30 eres invencible y no tienes frío y coges el agua y comes plátano y líquido. Paras. Bebes agua, coges la esponja y sigues y la mujer japonesa sigue delante imprimiéndote orgullo solo por verla a unos metros. Así de simple. Sabes que vas a poder. Hay niños que te ofrecen agua, saliendo de sus casas. Los miras, les das las gracias, no les coges nada, acabas de beber, sonríes, es una ciudad bonita, es gente hermosa. No recuerdas nada de cuando estuviste hace 20 años, sentías como recuerdo sin visión que era bonita, ayer no viste nada, llegaste a la estación de tren y te fuiste a un metro y luego a otro, y andando llegaste al estadio y recogiste el 3884, y te fuiste al hotel, te cambiaste, corriste, te duchaste, fuiste a un italiano a comer pasta, dormiste, te levantaste hace cinco horas, te vestiste y cogiste el metro y luego otro metro y luego andaste hasta el estadio y ahora estás aquí solo, con una manga larga encima de una corta, con un pantalón demasiado ancho, con medias que te comprimen el gemelo y el tendón de Aquiles. Te duele. Pero tú le dueles más. Tú ganas. Miras al otro lado del canal y la gente ya vuelve, vuelan, tú corres, llevarán dos kilómetros más, te dices, después descubrirás que llevarían cinco, pero ahora crees que llevan dos y te animas y aguantas el viento que viene a tu derecha. Te coges el dorsal, temes que el viento te arranque tu 3884, estás en el extremo, adelantas a gente, ¿sabes lo que haces? Llegas al kilómetro 20 y aún sientes el sabor del plátano en la boca cuando cruzas la línea de media maratón, hace un año te mareaste al llegar a la meta en Valencia, te sentaste, no podías más, te dolía la rodilla que después te destrozaste en tu segunda media maratón en tres semanas, pero has podido, no le has hecho caso al médico, él no tenía la razón, piensas que le has vencido, te queda la mitad pero le has vencido, estás en Amsterdam, pasas a gente, respiras bien, ya nada te duele, tu rodilla está bien. El otro lado del cauce del Amstel es eterno, ves a la gente en el otro lado, hay mucha, corren, tú corres más, te sorprendes. Llegas al kilómetro 26, paras a por agua, comes banana, bebes líquidos. Avanzas. No te duele el tendón de Aquiles. No te duele nada. Eso creías. Te sube la respiración. Te pones nervioso. Algo pasa. Es el kilómetro 26. No me puede doler nada ahora. Ahora no. Esto no. No es el tendón, no es el cuádriceps, no es la espalda, no es el tobillo. Llevas 26 kilómetros pisando mal, te dices, por eso no te duele el tendón, te insistes, por eso has apoyado más en la otra pierna, te acusas. Sientes que el gemelo derecho se te va a parar. Es inevitable. Es el final. Estás en Amsterdam. Vas a parar. Tienes que parar. No hay vuelta atrás. No llegarás a la meta. Ves a gente parada. Es el kilómetro 26. No puedes aguantar, no puedes seguir, son 17 kilómetros más. Has llegado para nada. No puedes. Baja el ritmo. Bájalo. Respira hondo. Piensa en otra cosa. ‘Stir it up’. No puedes oírla, no puedes pensar en nada más, es el gemelo derecho, no vas a seguir. Kilómetro 27, 16. 28, 15. Duele, se sube, 29, 14, kilómetro 30, se te olvida, aprietas el puño, dices ‘vamos’ mientras pisas con rabia entrando al arco, no ha podido contigo, eres más fuerte, no estás solo, hay gente en todas partes, están aquí, están allí, están contigo, los ves, no los ves, los sientes, llegas al 31 y sientes un escalofrío, no has corrido nunca tanto. Ya lo has logrado, intentas recordar qué debías pensar cuando llevaras 30 y pico kilómetros pero no lo recuerdas y sientes que te queda un mundo, que llevas tres horas corriendo, haces cálculos y descubres que te queda casi una hora y media si no te hundes. Gente parada. De nuevo Roberto. Les has pasado tres veces. Recta enorme. Mujer japonesa con pelo blanco, la pasas de manera suave, con todo el respeto que te queda, pasas a gente, la gente anima, un hombre se para y se cambia de pantalones, su hija se los ha llevado, hace frío, hace viento, llueve de nuevo. 32, agua, esponja, la aprietas, la tiras, coges agua de un niño con una bandeja de vasos, ok, sonrisa, ‘thank you’. Te quedan diez, tú puedes con diez. Empiezas a avanzar, gente parada, vas al mismo ritmo, sabes lo que haces, te quedan fuerzas pero es la hora de sacar del pantalón un gel de fruta, lo bebes, te repone, puedes, suena M Clan, tarareas, respiras hondo, estás entero, nunca has corrido tanto, sonríes. La meta. Detienes el pensamiento. La meta. Ya llegas. Pasas a gente, te sientes rápido. Subes una cuesta. Vas bien. Nadie te alcanza desde hace kilómetros. Adelantas. Puedes. Respiras, te concentras, música, caras, suelo, cielo, dorsal, piernas, los pies siguen impactando al suelo con fuerza, puedes, respiras. 35, 7. Siete corriste en tu primera carrera, fue en tu barrio, fue un infierno, no podías más, acabaste fatal, te mareaste, pensaste en dejarlo, pero no paraste, seguiste sin poder más, pero cruzaste la meta, llegaste a casa y te apuntaste a un circuito, compraste otro dorsal para una semana después, y hoy es esa exacta distancia la que te falta para llegar. Entonces pudiste, ahora puedes. Hoy son 42,195 km. Y puedes. Lo vas a conseguir, piensas en la meta, ya no te va a parar nada. 38, gel, te repones, tus piernas van solas, las de la gente no, sigues pasando a muchos dorsales, hombres, mujeres, chicas, chicos, gente andando rápido cogiéndose un muslo, kilómetro 39 y sientes rabia a tu alrededor, no se puede llegar hasta aquí y abandonar, no puedes hacerte eso, debes darlo todo, no lo estáis dando todo. No sabían lo que hacían. Tú tampoco lo sabías. Es cuestión de suerte, te dices, eres un afortunado por haber detectado el dolor en el gemelo un segundo antes de que subiera hasta el final. Cartel de 40. Lo viste, lo sentiste, hace más de 38 kilómetros, una barbaridad. Ahora quedan dos. Sales del parque, giras una esquina, sales a una recta, recuerdas que estás desandando lo andado, por aquí ya pasaste, es una recta simple, el estadio está al final de la recta, te quitas los cascos, quieres oír la música de tus zapatillas, oyes a la gente, miras a una pareja en el lado derecho, te encuentran los ojos, te gritan algo cuyas palabras no entiendes pero que te comprimen el alma para siempre. 41. Último kilómetro, seis minutos. Miras a tu alrededor. No encuentras nada que enfocar, no lo buscas, no sabes qué miras, miras un árbol, miras al final, miras una nube, y entre medias de todo y nada ves el Estadio Olímpico, un hombre te pasa como una bala, pasas tú a otro, entras en el estadio. Te parecía imposible, ahora es tu realidad. Estás en Amsterdam. La gente abruma a la entrada, aprietas, te queda un último aliento, todo tú dice ‘basta’ excepto un ligero pero suficiente halo de oxígeno en lo más profundo de tu alma y adelantas a otra persona, miras la recta, estás a 100 metros, se detiene el tiempo, hay gente en la entrada y sólo te ves a ti mismo hace toda una vida, corriendo de niño, a ti nunca te gustó correr pero corrías, recuerdas el semáforo en el que esperabas a tu madre después de salir disparado sin saber por qué del parque, recuerdas los sueños en los que corrías sin saber por qué y sin cansarte, recuerdas los mareos, las insolaciones, las carreras por la playa, los 500 kilómetros de este año, recuerdas sentir que no podías, recuerdas verte a ti mismo como un imposible, recuerdas todo eso y te dices que estás a 100 metros, 50, 25, 10, 5, 3. Miras al suelo, miras al cielo, aprietas los puños, cierras los ojos. Es la meta, 42.195 metros después. Recuerdas el frío, ya no lo tienes, el miedo, desaparecido, a ti mismo, desorientado, todas tus heridas, abiertas, cerradas, impunes, curadas. Y es entonces cuando cruzas la meta. Y notas que no es al final de nada a donde has llegado. Porque lo que sientes, en el fondo y en la superficie, es sencillamente que esto no es sino el verdadero comienzo de la aventura. 42.195 metros. Y toda una vida después. Y toda una vida antes. Y todo un mundo que, por fin, aprendiste a girar hacia el otro lado.

 

 

(Maratón de Amsterdam, 21 de octubre de 2012).


Álex Rubio

Director y Chief Strategy Officer de la agencia digital Twelfhundred. Profesor en Universitat Jaume I. Conferenciante internacional y TEDx Speaker, desde 2007 ha impartido conferencias y docencia en más de 500 eventos en universidades, escuelas de negocio, empresas y en numerosas conferencias internacionales en España, Reino Unido, Costa Rica, Venezuela o Colombia, dentro del campo del marketing digital y estrategia publicitaria. También es co-fundador y conferenciante de Adictos Social Media -uno de los eventos pioneros en habla hispana sobre marketing digital-, Brand Associate en la plataforma MapMakers, Ambassador en Hootsuite y Creative Ambassador de Clandestina HUB Creativo Costa Rica. Investiga la influencia de la tecnología en las personas y su impacto en marketing, materia sobre la que escribe en diversos medios de comunicación.

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Actuar hoy pensando en mañana:un blog para inspirarte a evolucionar de forma constante en tu estrategia

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