Hace unos años ni siquiera tenía zapatillas de correr. Mi ejercicio se limitaba a impulsos anecdóticos, normalmente asociados a esguinces y lesiones. Un día decidí dejar el pasado como pasado, y desde entonces, paso a paso, bote a bote, he corrido hasta marcarme el objetivo de correr por algo tan grande que me hace sentir verdaderamente pequeño: por la Cruz Roja, por la que voy a correr para recaudar fondos para su causa las 6 grandes maratones del mundo, empezando por la Maratón de Berlín del 29 de septiembre de 2013. Me encantaría que la Cruz Roja contara también con tu ayuda, puedes donar aquí, y aquí leer la historia completa.
Como te decía, hace tres años no corría, con dos esguinces en cada tobillo y una tendinitis crónica en una rodilla. Ahora, dos maratones y muchas carreras de media distancia después, encuentro sentido a mirar hacia atrás y ver en qué me ha ayudado correr, cada día más, cada día más lejos, más rápido, con más intensidad, con más emoción. Me ha afectado en la vida, me ha hecho ser otra persona con menos miedos, menos límites, menos frustraciones.
Después de todo, he sacado algunas conclusiones que me han permitido enfocar mi día a día sabiendo que todo lo malo siempre queda atrás, aplicando esos valores al trabajo, al marketing, a la planificación, a la vida:
- Puedes jugar sabiendo que no ganarás. Y no pasa nada. Y sigue siendo igual de emocionante participar. A menudo nos paralizamos de cara a un objetivo imposible, porque sabemos precisamente eso: que es imposible. Y nos perdemos la oportunidad de intentarlo y llegar hasta donde podamos. Porque, en efecto, hay objetivos imposibles: ganar una maratón lo es. Cuando vas por el km 22, el ganador acaba de entrar a la meta del km 42,195. Seguramente te ha doblado en tiempo. Nunca podrás ganar, lo sabes cuando empiezas, lo sabes cuando acabas. El problema aquí es el planteamiento de objetivos. Otros pueden ganar a los demás, pero debes interiorizar que tu objetivo, a veces, es sólo participar. Y es emocionante hacerlo, cruzar la misma meta que otros cruzaron dos horas antes. Esa meta que algunos nunca cruzarán en toda su vida. La misma. Relativiza tus objetivos, sé humilde, lucha, corre, porque la victoria será de otros… ¿pero acaso tú buscabas esa misma victoria? A veces, tu verdadera meta es la salida.
- La mente gana al cuerpo. Preparar una media maratón es una cuestión física, un proceso para el que hay que prepararse. Cuando corres tu primera media maratón, nunca has corrido más de una hora y media. Llegas al arco de meta con un tiempo en torno a las 2 horas, un tiempo en el que pones al límite tus propios límites, tus emociones, tus sensaciones, tus dolores. Creo que, a partir de ahí, físicamente ya casi estás preparado para correr una maratón. En mi caso, el proceso de entrenamiento pasó de focalizarse hacia el físico para irse hacia lo mental. A medida que corres, que superas distancias, que mejoras ritmos, tus piernas van detrás, se hacen más fuertes, más ágiles, dejan de cansarse. Cada kilómetro a partir de una media maratón es una batalla con tu mente. Ella dice que no puedes, tú avanzas superando tus frustraciones. Y llegas al 30, seguramente sin haber corrido nunca tanto. Y llegas al 40, y después te queda poco más de un kilómetro. Y acabas. Y sabes que no podías, pero que has podido. La mente manda. Si crees que puedes, puedes, nada es más cierto que eso: la meta se acerca cada vez más cuando visualizas siempre la meta.
- La mejor victoria es la que es sobre ti mismo. El propio objetivo de correr una maratón ya te hace mejor que ayer. Ayer eras alguien que creías que no podías, hoy eres alguien con un objetivo vital. Porque sí, es un objetivo vital. Menos de un 1% de la población correrá esta distancia en algún momento de su vida. Otros tendrán otros objetivos que a ellos les parecerán más importantes. Otros, simplemente no tendrán nunca objetivos. Al establecerte la meta de correr una maratón, pasas a formar parte de otro porcentaje de la población para la que no hay estadísticas: eres una persona que tiene un objetivo, quieres ser mejor que ayer, quieres superarte, ponerte a prueba. Puede que no cruces la meta de la maratón, pero cada día que has tenido ese objetivo en la mente te has superado a ti mismo. La victoria no es cruzar la meta: es tener una.
- La vida está hecha para emocionarse. Te preparas una maratón a un año vista. Durante ese año, vas en el coche con la música alta, ves cómo se esconde el sol, te evades hacia otro sitio mientras ves una película, lees un libro que te transporta. Y en todos esos casos, varias veces a la semana, te imaginas a ti mismo levantando los brazos cruzando la meta, piensas en quién saludarás cuando la cruces, en quién será la primera persona en enterarse, a quién le regalarás el dorsal, en contar tu historia, piensas en quién es el/la culpable de que lo hayas intentado. Y conseguido, porque hasta un mes antes estás seguro que lo vas a conseguir. A partir de ahí sientes miedo. Piensas que tal vez no acabes. Bajas la música, te despiertas a las 5AM y no puedes volver a dormir, lees más para no pensar, hablas menos del tema. Te haces la mochila, te pones la camiseta, sales de casa o viajas a donde comienza la maratón, y realmente tienes miedo. Emoción. Y caes en la conclusión de que eso es la vida, sin más. Emocionante. Estamos aquí para perseguir metas que nos hagan sentir tan de cerca el fracaso que den el auténtico valor al éxito.
- Las victorias con esfuerzo saben mejor que las victorias sin esfuerzo. Ganas la lotería y es genial, puedes tener la vida resuelta. Te toca un piso en herencia y te vas a vivir a él. Te dan el trabajo de tu vida recién salido de la facultad, es perfecto. Son victorias, creerás que las mereces y todo irá bien, las disfrutarás. Hay quien vive en una casa que ha construido con sus propias manos, en las que ha puesto hasta el último clavo. Hay quien nunca gana la lotería e idea la fórmula que le da la tranquilidad para seguir ideando sin más objetivo que el de divertirse con lo que hace. Esas victorias trabajadas son las que te generan la sensación de merecimiento y que te hacen sonreír cuando recuerdas cómo llegaste hasta ahí, y sonreír más aún pensando en lo que te queda por trabajar. Cruzas una meta, y estás pensando en la siguiente que está más lejos. No existe mayor satisfacción que recordar tu pasado recorriendo tu meta imposible.
No soy un gran corredor, pero es por esto por lo que corro, ahora maratones, quien sabe qué en el futuro. Y ahora tengo otra meta: contribuir con lo que pueda para la Cruz Roja, y hacerlo con tu ayuda: su meta es ahora mi meta.
Álex Rubio
Director y Chief Strategy Officer de la agencia digital Twelfhundred. Profesor en Universitat Jaume I. Conferenciante internacional y TEDx Speaker, desde 2007 ha impartido conferencias y docencia en más de 500 eventos en universidades, escuelas de negocio, empresas y en numerosas conferencias internacionales en España, Reino Unido, Costa Rica, Venezuela o Colombia, dentro del campo del marketing digital y estrategia publicitaria. También es co-fundador y conferenciante de Adictos Social Media -uno de los eventos pioneros en habla hispana sobre marketing digital-, Brand Associate en la plataforma MapMakers, Ambassador en Hootsuite y Creative Ambassador de Clandestina HUB Creativo Costa Rica. Investiga la influencia de la tecnología en las personas y su impacto en marketing, materia sobre la que escribe en diversos medios de comunicación.
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Actuar hoy pensando en mañana:un blog para inspirarte a evolucionar de forma constante en tu estrategia
En mi blog reflexiono, dialogo, profundizo y doy claves para replanificar estrategias de marketing y comunicación desde la innovación para orientarlas a una sociedad en constante cambio.
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Enhorabuena, Alex, por el texto. Resume muy bien lo que siente un maratoniano, porque más allá de los beneficios físicos, correr es sobre todo un ejercicio de la voluntad, una oportunidad única para construirte de nuevo a ti mismo como persona. Siempre adelante!
Gracias Paco. A ver si nos vemos a la próxima 😉 Un abrazo!
#muyfan y lo que te queda… expectante amigo.
Gracias por la inspiración, amigo. Abrazo fuerte 🙂