Las cosas más auténticas y ciertas de nuestra existencia se aplican a cualquier campo. Una de esas grandes circunstancias que dominan nuestro día a día, que siempre están moviendo nuestro estado de ánimo como individuos o entes, es el equilibrio y su búsqueda. Y por ello precisamente, por ser atemporal y permanente, es difícil encontrarlo en la vida, en el mundo empresarial, en la comunicación, en el marketing, en la profesión.

Es curioso observar cómo estamos forzados en cualquier área a movernos siempre entre dos extremos en el camino hacia obtener el equilibrio:

El máximo y el mínimo, con el justo equilibrio en medio, especialmente cuando la ficha anda parada en la casilla de inicio.

La circunstancia A (tu realidad) y la circunstancia B (tu deseo), con la proporcionalidad como objetivo.

La mente y el cuerpo, con el intelecto y la actividad física esperando su unión y armonía desde lados opuestos.

La comunicación tradicional y los new media, con la combinación y comprensión de las circunstancias, objetivos y actitudes del consumidor como los elementos balanceadores que dan sentido a la suma.

El amor y la soledad, dos extremos difíciles de convivir pero necesarios para ser felices.

El diálogo y el silencio, que terminan por entenderse pese a no tocarse.

Vida y trabajo, que injustamente nos enseñaron a verlos separados.

El blanco y el negro, con todos los grises que nos perdemos viviendo solo en los laterales del dibujo.

La pobreza y la riqueza, hasta que encontramos que solo dependemos de un bolsillo a mitad de camino para dejar de pensar en ello.

Querer y poder, que nacen como dos laterales mientras nos ponemos límites y pasan a ser hermanos cuando los rompemos.

El emisor y el receptor, dos clásicos antagónicos en comunicación empresarial, que encuentran en el diálogo la forma de mantener la ecuación del mercado como consumidores y empresas en el nuevo escenario.

Todo y nada, si es que existen, pese a que a veces nos engañe el ego y nos robe retos o ilusiones por los que seguir en la lucha.

El equilibrio, cuya búsqueda mueve personas, departamentos, empresas, asociaciones, países y economías. Un reto cada vez más difícil de lograr en un mundo que ha decidido girar a otra velocidad. Y por eso es por lo que no pararemos de perseguirlo.