Día a día seguimos escuchando la misma sintonía: el peligro de las nuevas tecnologías, la forma en que cambian las relaciones -a peor-, la banalización de la amistad, la conexión a las realidades virtuales mientras disfrutamos la compañía física… Seguimos aplicando el prisma clásico a lo nuevo, considerando la comparativa como una variable válida. Sin darnos cuenta de que la historia ya no va sobre las mismas bases, y por tanto es absurdo aplicarle la misma forma de evaluarlas.

Los nativos digitales llegan con otros usos diferentes de las nuevas tecnologías, pero es necesario que entendamos que esos aspectos no quedan en las herramientas, sino que en realidad el uso de esas herramientas ha modificado su forma de entender las relaciones. Y a menudo, observar cómo esa realidad se extiende como una mancha de aceite desde esas generaciones puramente digitales hacia espectros de edad más avanzado nos da la clave de una realidad, no de una tendencia. No hablamos de algo que esté llegando, sino de algo que esté pasando, y en ello tenemos que poner el foco dentro de la planificación estratégica. 

En concreto, se está produciendo algunos cambios respecto a la manera en que empleamos las nuevas tecnologías para comunicarnos, que afectan a nuestro comportamiento dentro de un ritmo cambiante: 

  • El acceso a Internet a través de smartphones es ya superior al de ordenadores, con una proporción de 34 horas/mes en los primeros por 27 horas/mes en los segundos (datos de Estados Unidos, fuente: Nielsen). Esto significa que se accede más a Internet en movilidad, sin depender de un sitio físico, y también en una segunda actividad. La comunicación es más inmediata y no necesita ser ‘reposada’.
  • El efecto ‘doble pantalla’ es una realidad. En proporciones que oscilan entre el 60% y el 85% los espectadores de TV están a su vez conectados a Internet a través de algún dispositivo. En ellos trasladan la conversación sobre lo que están viendo en la primera pantalla.
  • Sólo un 11% de los jóvenes lee el e-mail (fuente: El Confidencial). La saturación de este medio y su menor inmediatez  respecto a otros sistemas de comunicación lo relega a un segundo plano. Muchas corporaciones están empezando a adoptar sistemas de comunicación que eliminan el ‘caos’ del correo electrónico, y son más accesibles y completos que este.
  • El lenguaje está cambiando. Lo visual adquiere más importancia, también en las conversaciones (la última campaña de publicidad de Line en Latinoamérica que se emitía en TV mientras estaba en mi pequeña gira de conferencias de finales de 2013 toca un insight profundo del adolescente: poca ‘experiencia’ como para solucionar situaciones complejas que se soluciona mediante apoyo visual de elementos que ya tienen significado). El uso del idioma está evolucionando hacia la concreción, la desnormativización y la escasez. Es una realidad a la que nos tenemos que habituar sin miedo.
  • La comunicación es inmediata, rápida y en el acto, o no es comunicación. Lo entienden las marcas que ya actúan ante las incidencias, preguntas y sugerencias vertidas en las redes con una velocidad creciente, como si se trataran cada vez más de la nueva línea de atención de las nuevas generaciones (aquí el último report de Facebook en España procedente de SocialBakers: con 119 minutos Vueling es la compañía española que más rápido contesta). Y lo son, pues estas ya no entienden de medios tradicionales para ponerse en contacto con las marcas.

Podemos seguir pensando que son tendencias o actuar como si fueran realidades. Lo cierto es que son lo segundo, aunque desde nuestro sillón nos empeñemos en pensar que el mundo aún no ha cambiado, y que todo esto tal vez llegue o tal vez el destino se dé la vuelta y nos deje tranquilos en nuestra realidad conocida.